A veces, en el silencio de la tarde, cuando la luz se filma dorada a través de la ventana, me sorprendo buscando con la mirada las líneas que definen las cosas: el contorno de un jarrón, la sombra de un árbol, la curva de una sonrisa.
Y en ese instante, mi memoria viaja, inevitablemente, a aquel seminario de dibujo que fue mucho más que una clase.
Recuerdo el aroma inconfundible que flotaba en el aire: una mezcla de café, grafitos recién afilados y libretas de papel expectantes. El sitio se convirtió en un santuario de exposiciones de trabajos hechos por los alumnos de las academias. Un espacio donde el mundo exterior se desdibujaba para dar paso a un universo de colores, formas, volúmenes y claroscuros.
Seminario en México 
Allí, el tiempo adquiría otra densidad. No se medía en horas, sino en indicaciones y trazos. En el silencio concentrado solo se escuchaba la voz del profesor Danny y el susurro rítmico del grafito sobre la textura del papel, un sonido íntimo y profundo, como el latido del propio acto de crear.
Éramos un grupo de almas diversas unidas por el mismo anhelo: aprender a ver, no solo a mirar.
El profesor Danny, con paciencia de artesano, nos guiaba.
Sus palabras no eran órdenes, sino llaves. "No forcen los rasgos al método Loomis", nos decía. Y así, ante un modelo aprendimos a desaprender.
Recuerdo la lucha fructífera con unos primeros rasgos de un rostro que no quería parecer real, la frustración que se transformaba en revelación con un simple ajuste en el ángulo del lápiz.
Recuerdo la magia del primer dibujo que "respiró", que adquirió volúmen y se sostuvo en el papel por sí mismo. Era una victoria silenciosa, un diálogo íntimo entre la mano, el ojo y el alma.
Más allá de la técnica, aquél seminario fue un refugio, Un espacio para la contemplación, convivencia y encuentro entre viejos amigos a distancia. Un espacio para la contemplación, para el error sin castigo, para la búsqueda personal. En la quietud del modelo, en la paciencia de una composición, encontramos una lección de serenidad. En cada crítica constructiva, una lección de humildad y crecimiento.

Este curso express seguirá vivo en cada línea que esbocemos. No solo nos dieron las herramientas para representar la realidad de un rostro, sino que nos enseñaron a observar el mundo con una profundidad que antes no aplicábamos. Nos regalaron una forma de habitar lo cotidiano, de encontrar belleza en una nariz ancha, una línea de expresión o en el gesto fugaz de un desconocido.
El workshop de retratos realistas, realizado en México, el 13 de agosto de 2025 en las instalaciones del hotel Holiday Inn suites, fue en definitiva un viaje de ida y vuelta: salí con una carpeta llena de trazos, pero regresé a mis prácticas con ojos renovados y el corazón agradecido por haber aprendido, en la simplicidad de un trazo, el arte de ver la esencia.